Sol de medianoche

En un pequeño pueblo costero, donde el mar susurra secretos a quien sabe escuchar, vivía Clara, una artesana nocturna. Mientras todos dormían, ella pintaba muebles bajo la luz tenue de un farol de aceite. Una noche, durante el solsticio de verano, el cielo se cubrió de nubes y la luna desapareció. Pero justo a medianoche, una claridad inesperada iluminó su taller: no venía del cielo, sino de la mesilla que estaba pintando.

Era como si la madera absorbiera la oscuridad y la transformara en luz. Fascinada, Clara decidió llamarla “Sol de Medianoche”, en honor a ese instante mágico en que la noche pareció rendirse ante una luz que no tenía explicación.

Desde entonces, cada mesilla que creaba llevaba ese nombre, como un homenaje a lo invisible, a lo que brilla cuando nadie lo espera.